Milagros
Querid@s compañer@s de viaje:
He tenido el privilegio de sentir la muerte muy cerca en varias ocasiones en mi vida. No solo cuando fallecieron mis padres y otra gente cercana y querida, sino las dos veces que pasé por el mal trago del cáncer. Digo "mal trago" porque no deseo glorificar estas experiencias, que no hubiera elegido aunque tampoco quiero "devolverlas". Reconozco que han sido grandes maestras y creo que no se me ha dado mal hacer de ellas momentos de alegría y plenitud. Lo mejor que traen enfermedad y dificultad es la posibilidad de convertirlas en... una fiesta. Lo mejor de la muerte, sin dudarlo, es la vida.
De nuevo me encuentro el cáncer en mi camino. Ahora de colon, y entre todos los pensamientos que se me ocurren (la desgana ante otro proceso similar, la preocupación porque se preocupen familia y amigos, la relación con el sistema sanitario, la incertidumbre profesional) voy a concentrarme en la alegría. Los otros son también pensamientos importantes que requerirán mi atención, pero no voy a quedarme estancado en ellos. Así que sanar será mi empeño; eso, y hacer otra "fiesta" de todo esto. No sería Samuel, el que soy y el que deseo ser, si hiciera otra cosa.
¿Y quién es Samuel, y quién quiere ser? Contesto con ¿quiénes sois y quién queréis ser? porque lo uno no tiene sentido sin lo otro. Soy vosotros y vosotros sois yo. Añado mi realidad única e irrepetible, apenas una pequeña luz, mis inquietudes, mis deseos, mis sueños, pero irremediablemente unidos a los vuestros y a los de muchos más que ya no están aquí y que ni siquiera conocemos o conocimos. Escribía esto en el año 2007 tras el primer cáncer, antes de empezar a meditar, tal fue la claridad de la experiencia que tuve. Milagros era el nombre de mi madre y el título de lo que escribí entonces.
Hermanos, hermanas, sobrinos, sobrinas,
colegas, amigos, amigas y más amigas.
Son tantos que los descuida,
aunque a ninguno olvida.
Porque en un momento vital
cuando sus pies le fallaron,
lo abrazaron, lo elevaron,
le hicieron volver a bailar.
Pienso que el cáncer y con él la práctica del mindfulness y la compasión me despertó a esta realidad y me ayudó a hacer visible lo que no era visible para mí pero ya era... que en otros está mi fuerza y mi alegría, al tiempo que yo lo soy, lo puedo ser, para ellos. Otros, vosotros, dais la paz y seguridad a mi alma que necesita en este mundo de enfermedad y cambios. Por eso no tengo demasiado miedo ni al cáncer ni a la muerte.
(Foto, cortesía de Fernando Cabrerizo; https://cacahuet.es)