Cuando dar hace daño a otros
Cuando la compasión hace daño I
"La experiencia humana es demasiado grande para un solo ser humano" les decía a mi amigos Kathleen y Jim recientemente. En cualquier caso, somos animales sociales, diseñados por la evolución para entender información y aprender en comunidad. En mi caso, ni siquiera estoy seguro de que las aventuras de mi vida me pertenezcan y siempre he preferido ser un libro abierto con el deseo de que todos aprendamos algo. Y yo aprendo aún más como cuentacuentos: vosotros sois mi espejo, repliquéis o no. Es mi responsabilidad y privilegio compartir. Es vuestra elección y oportunidad recibirlo.
Recibir y compartir es el tema de esta nueva contribución a mi blog,: actividades intrínsecamente humanas, y de todo ser vivo... quizá de todo ser en este planeta, pues incluso las piedras no son inmunes a lo que ocurre, es decir, reciben el efecto de la temperatura y del paso del tiempo, y las mismas piedras liberan eso que reciben afectando a otros seres, es decir, dan. Por eso me han interesado desde hace mucho tiempo también las piedras.
Recibir y dar. Aceptar y dejar ir. Inhalar y exhalar. Estímulo y respuesta. Bastante universal, ¿no es así? He sugerido en varias ocasiones que en recibir lo que uno necesita y en ofrecer lo que uno posee encontramos equilibrio y seguridad en nuestro mundo. El desequilibrio viene de no cubrir nuestras necesidades o no desplegar nuestras capacidades para dar. Necesitamos hacer ambas cosas y necesitamos hacerlo también a nivel sistémico, incluso planetario, para asegurar nuestra supervivencia. Cuando lo hacemos con efectividad nuestro cuerpo lo detecta con esa sensación placentera que llamo equilibrio y seguridad.
Pues bien, el concepto de "compasión" que nos inspira a muchos y que muchos otros desprecian, que en la lengua española se ha asociado erróneamente con "sentir lástima", no es más que recibir y dar. Es ofrecer cuanto tenemos, no a costa de nuestras necesidades sino porque en realidad necesitamos hacerlo. Hacerlo nos revitaliza y equilibra nuestro mundo y el mundo; es necesario para nuestra supervivencia, individual y grupal. Compasión es exhalar...
El desafío está en calcular cuánto es saludable compartir y cuánto necesitamos. Confieso que me obsesiono fácilmente con lo que deseo compartir: mis aventuras sobre el cáncer en este blog, mi página web, mis fiestas, mis opiniones sobre el tema de la compasión. Pienso, y ésta es solo mi creencia, que los demás necesitan estas cosas y me afano, incluso me estreso, por llegar a otros de esta manera. Hacerlo me beneficia a mí, así que todos podemos estar contentos, ¿no es así?... excepto cuando otros no lo reciben... especialmente las personas que adoro y cuyo bienestar me interesa particularmente. La verdad es que en esas ocasiones lo paso realmente mal.
Mi experiencia con el cáncer vuelve a traer con claridad cristalina cómo se siente uno al otro lado, cuando no desea recibir, cuando cree que no necesita lo que otros están ofreciéndole. Quizá muchos de nosotros hemos experimentado la tremenda fortuna de sentirnos abrumados por el apoyo social recibido alguna u otra vez en la vida. No es políticamente correcto anunciarlo, porque nos aterra la alternativa, no contar con el suficiente apoyo social. Y, sin embargo, ocurre. Otros, velando por tu equilibrio y seguridad, ofrecen cosas que a ti no te sirven o que incluso pueden dañarte.
Se me ocurren algunos ejemplos de compasión que en realidad hace daño cuando la ofrecemos: mi comportamiento compasivo con mis pacientes y mis colegas en el centro en el que trabajaba hace casi un año, tratando siempre de hacer un poco más, ayudaba a perpetuar un sistema que es injusto en todas partes en el que los trabajadores de la salud son exprimidos cada vez más en aras de la tres diosas de la modernidad (definidas por J.L. Sampedro, escritor y economista español): la productividad, la innovación y la competitividad. A la larga la humanidad, proveedores y pacientes, salimos perjudicados. No hacen falta teorías conspiratorias ni buscar a un culpable o a un grupo de culpables. Culpables somos todos, el sistema es culpable, pero la compasión de muchos ¿no empeora las cosas?
Aquí algunos teóricos de la compasión, yo incluido, solemos sostener, citando más o menos al Dalai Lama, "que si no beneficia al mayor número de personas en el mayor plazo posible" ya no es compasión. Pero esta afirmación me parece ahora una trampa de palabras que nos ayuda a mantener una definición tan perfecta como lejos de la realidad. El mismo Dalai Lama dice que acciones hechas con la mejor de las intenciones y con todo el discernimiento posible, pueden perjudicar a otros. Nunca hay garantías absolutas de que una acción tenga la consecuencia esperada, y sin embargo, puede ser una acción compasiva. ¿Qué nos queda entonces si fracasamos? Además del deseo de hacerlo mejor la próxima vez, la sensación predominante de paz, de equilibrio y seguridad, de saber que fue la mejor decisión sabiendo lo que sabíamos. O gano o aprendo, como canta Jason Mraz.
Igualmente al decidir si recibir o no algo que nos ofrece alguien, más allá de la incomodidad de molestar más o menos a esa persona, buscaremos esa misma sensación de paz, equilibrio y seguridad, me equivoque al final o no. Aunque soy un ser extraordinario y maravilloso, siempre puedo mejorar. Me gustaría continuar con esta disertación trayendo un ejemplo personal sobre la toma de decisiones al recibir una acción compasiva... pero en una nueva contribución. Como decía Superratón "no se vayan todavía, aún hay más".