¿Existe la magia?
En mi reciente viaje a Atlanta, a pesar de las numerosas medidas de protección implementadas durante esta pandemia en aerolíneas y aeropuertos, me tocó sentarme codo con codo con Soraya, una colombiana afincada en Miami con la que intercambié algunas impresiones. Terminamos hablando de magia en una de esas conversaciones extraordinarias que solo se producen con desconocidos. La Real Academia Española de la lengua define magia como "arte o ciencia oculta con que se pretende producir... resultados contrarios a las leyes naturales" o "la que por medios naturales obra efectos que parecen sobrenaturales". Es cierto que hace siglos, o tan solo años, nos parecían sobrenaturales e imposibles cosas que decidimos ahora que son parte de lo natural. Los ejemplos abundan en la historia y continúan en el presente, aunque una y otra vez insistamos en que lo que no entendemos no existe, o peor, es contrario a las leyes naturales.
Por ejemplo, en física cuántica se explica que el átomo es prácticamente vacío y por tanto la materia es, eso mismo, una suerte de vacío, tan solo "una tensión energética" (ver "La puerta de los tres cerrojos", de la Dra. en física, Sonia Fernández-Vidal). Honestamente, a mí todavía me cuesta entender la física cuántica y a menudo la sitúo dentro de lo que podría ser sobrenatural. Así que yo, como Soraya, a pesar de mi formación científica y mi alma escéptica, o precisamente por eso, creo definitivamente en la magia, creo en lo que no existe, lo que no entiendo ni puedo explicar que puede ser posible. Pero más que creer en hadas, duendes y otros seres de ciencia ficción, creo que la magia es parte de la vida misma. Santiago Ramón y Cajal escribía en su libro "Cuentos de vacaciones, narraciones pseudocientíficas", de 1955, lo siguiente: "Es extraño ver cómo la población, que alimenta su imaginación con cuentos de brujas o santos, eventos misteriosos y acontecimientos extraordinarios, desprecia al mundo que lo rodea como algo común, monótono y prosaico, sin sospechar que en el fondo todo es secreto, misterio y maravilla." No podría estar más de acuerdo.
Una historia personal vale más que mil argumentos y yo deseo ofrecer dos que apoyan esta opinión. El 10 de marzo compartí en FaceBook, donde no soy demasiado asiduo, la siguiente historia, mi única aventura hasta la fecha dentro de una alcantarilla. La cadena de sucesos que desembocaron en el resultado final, si no cada uno en sí mismo, parece bastante poco probable en el ámbito de lo posible o natural. "Increíble lo que me ha pasado esta noche. Se me cayó mi celular cuando salía del auto y se deslizó dentro de una alcantarilla. Lo perdí. Pero hice acopio de la suficiente serenidad para ver posibilidades que parecían imposibles. Fui capaz de levantar la tapa de la alcantarilla, y después de desnudarme para no manchar mi ropa al desconocer qué tipo de ponzoña podía encontrarme dentro, me metí, bajé unos 4 metros por unas escaleras de pared que había allí providencialmente... ¡y allí, en el fondo, estaba mi teléfono! Además, funcionaba. La pantalla tiene alguna grieta ¡pero el bendito teléfono funciona! No me lo creo. Me encontré con unos vecinos mientras salía de la alcantarilla y quise explicarles mi desnudez saliendo de las entrañas de la tierra a esas horas de la noche... pero se fueron corriendo".
La segunda historia es aún más reciente y tiene que ver con mi viaje a EEUU en plena pandemia, en medio de una tormenta de nieve histórica en el centro de España, en medio de mi cáncer de colon con ileostomía y bolsa colectora incluidas. Otra aventura. Los detalles son tan largos como aburridos, pero digamos que me empeñé en usar un billete a Atlanta, regalo de unos amigos del alma que prefieren mantenerse en el anonimato, para visitar el que ha sido mi hogar en los últimos 20 años hasta junio de 2020. Es entonces cuando vine a España y me quedé, debido al cáncer de colon que me diagnosticaron ese verano. También entra dentro de lo fortuito que me lo diagnosticaran en un país con un sistema sanitario tan solidario que me permite acceder a sus servicios de salud, ahorrándome una cantidad muy elevada de dinero que habría ido a parar a mi seguro en EEUU. Ese dinero ha sido vital para mantenerme sin un trabajo fijo todo este tiempo. Había dejado mi puesto de 6 años de psicólogo y profesor en la universidad de Emory en enero de 2020, antes de saber nada de pandemias, tras una larga reflexión y por decisión propia. Estoy sinceramente agradecido y orgulloso de ti, España. Nunca lo olvidaré. La deuda que siento es otra historia que dejaré para otro momento a riesgo de que ésta se convierta en una auténtica historia interminable.
Pues bien, no habiendo ya vuelo directo Madrid-Atlanta en estos tiempos de pandemia, tuve que buscar conexiones, cambiar mi vuelo hasta tres veces después de reservado, y finalmente cancelarlo debido a la nieve un día antes de viajar, habiendo llegado ya a Madrid desde Santander pese a la tormenta. La conexión Madrid-Frankfurt se retrasaba y tenia un efecto en cadena en mis otros dos vuelos con destino final Atlanta. De nuevo, aunque poco probable en el ámbito de lo real, se me ocurrió por recomendación de mi hermana y mi cuñado, presentarme en el aeropuerto como pasajero en stand-by en un vuelo de Madrid a Miami, ¡en el que finalmente viajé! Tengo otra buena amiga que vive en Miami, Dawn, una de esas a las que les puedes decir con horas de antelación "me quedo en tu casa esta noche". Así que eso hice. El día siguiente compré un vuelo a Atlanta y finalmente llegué a mi cuidad esmeralda. Pueden imaginar la euforia que sentí pisando mi casa después de tamaña aventura; aventura no, odisea. Y aún otra más fue volver de EEUU a España asegurándome de tener una prueba PCR de COVID hecha 72 horas antes de mi llegada y, puesto que mis vuelos tenían una duración de 22 horas, tener esos resultados tan solo 48 horas después del test. Toda una combinación altamente improbable pero que demostró ser posible, porque lo hice.
En ambas situaciones obré por medios reales efectos que fueron bastante extraordinarios, así que yo puedo llamarlo magia, deseo llamarlo magia, sin rayos láser ni magos, pero definitivamente un "milagro" dentro de lo real y con la ayuda de muchas personas: uno de tantos a los que hacía alusión en otra contribución a mi blog, titulada precisamente "Milagros". No puedo hacer uno de estos milagros con mi amigo Guillermo, que falleció mientras escribía esto. Memo me animó en los peores momentos de mi cáncer, acudió a mi fiesta online de Halloween y, como buen fan, no dejaba de decirme "eres un crack". Hablábamos él y yo de la vida, que es como una montaña rusa, con subidas y bajadas, las unas necesarias para disfrutar de las otras, y todo el viaje vivificante pero quizá demasiado movido, según los gustos. Mi magia no es todopoderosa, no puede devolver a Memo a este mundo físico. Sin embargo, eso no significa que no tenga ningún poder: el poder de acompañar a su compañera, Helen, y a los amigos que lo conocíamos, el poder de traerlo a la vida si no físicamente, con su recuerdo, sus chistes, su alegría que tendrá un impacto físico, fisiológico, en nosotros durante el resto de nuestras vidas. Así, Memo, desde lo sobrenatural (lo que sea que significa eso) seguirá teniendo efectos naturales si le damos la oportunidad a esta magia.
Mi mensaje es el siguiente. En circunstancias que nos vienen dadas y que no elegimos, tenemos la capacidad de construir lo que deseamos dentro lo real y lo posible, aunque en principio sea altamente improbable. Tengo ejemplos extraordinarios a mis espaldas, que a veces me hacen sentir como el protagonista de una película de ciencia ficción: recuperar mi teléfono, viajar a Atlanta en circunstancias extremas, traer un poco de paz a una muerte. En el futuro, recuperarme del cáncer por tercera vez, es otra posibilidad, real o mágica, que requiere tanto de mi acción como de que deje hacer. Elaboraré más esta idea en la siguiente contribución. Termino aquí deseando que esta narración sea un mensaje de esperanza, para ti, querida lectora o lector, que aunque viene de historias difíciles y mundanas, no por eso son menos secretas, misteriosas y maravillosas. Estoy completamente seguro de que tú también tienes algunas de éstas.
La foto es cortesía de mi buen amigo Fernando Cabrerizo, https://cacahuet.es